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domingo, 12 de febrero de 2012

EL ULTIMO ADIOS A LUIS ALBERTO SPINETTA.


 

 

Un grito colectivo de admiración

 

Acompañaron a la familia del artista muchos amigos, entre ellos Charly, Fito y León, además de numerosos admiradores, que lo saludaron con un aplauso conmovedor.



 Por Karina Micheletto

Pasada la conmoción colectiva que significó la noticia para tantos, entre la admiración, el cariño y el agradecimiento hacia quien se reconoce como creador de belleza, empezaron ayer las maneras de procesar la despedida a Luis Alberto Spinetta. La primera, en el velatorio, hasta el mediodía de ayer, y más tarde en el cortejo fúnebre y en un cementerio privado de Pilar. Allí acompañaron a la familia del artista numerosos amigos, entre ellos Charly García, Fito Páez, Fabiana Cantilo, León Gieco, Ricardo Mollo. Pero también, y a pesar de que se había anunciado el deseo de la familia de llevar adelante una ceremonia íntima, se acercaron en forma espontánea numerosos admiradores, que despidieron a Spinetta con aplausos tan respetuosos como conmovedores y con un grito multiplicado: “¡Gracias, Flaco!”.
Desde las redes sociales, los hijos de Spinetta manifestaron no sólo su despedida, sino también el agradecimiento al cariño puesto de manifiesto. Dante Spinetta escribió en Twitter: “Gracias a todos por los mensajes. Sé cuánto quieren a mi viejo. Gracias de corazón amigos, fuerza... abrazos”. Una vez cremados los restos, el músico contó la idea de la familia: “Más adelante vamos a decir dónde esparciremos las cenizas. Probablemente sea en el Río de la Plata, donde está su padre. Así van a poder ir a tirar una flor y ver el atardecer con él. Ahora mi papá pasó a un mejor plano. El es el mejor, es inmortal y aunque su cuerpo no aguantó más, su mente sigue brillando”.
Aunque en determinado momento pudieron ingresar algunos seguidores para un último adiós, la capilla ardiente que despidió a Spinetta estuvo reservada únicamente para la gente más cercana al músico. Esta vez, los medios de comunicación debieron transmitir desde la calle, manteniendo un inusitado respeto. Lo mismo ocurrió durante las primeras horas en que se conoció la noticia (aunque en un momento la familia tuvo que salir a pedir espacio en la puerta de la calle de la casa de Villa Urquiza en la que murió Spinetta, donde llevaban adelante una primera íntima despedida). Quizás –es de esperar– el atípico código de respeto tácito surgió como una reacción reparatoria, tras la agresión de una prensa capaz de montar un operativo de engaño, para poner en tapa la foto de un Spinetta enfermo.
Ninguno de los más cercanos entre los que despidieron los restos de Spinetta, por otra parte, dieron de comer a la máquina de obviedades que son los móviles esperando para tirar algo en vivo. Páez, García, Gieco, Mollo, Cantilo, los compañeros de Almendra, Javier Malosetti, Nicolás Pauls, Mono Fontana, Guillermo Vilas, Gillespi, René Pérez de Calle 13 y Carolina Pelleriti llegaron tan silenciosos como se fueron al velatorio de la calle O’Higgins y al cementerio. Así que no hubo mucho más que rellenos de palabras de conductores, y algún que otro material de archivo, para cubrir la tarde de ayer.
Una nota mostró la imagen de Spinetta entre sus vecinos del barrio de Villa Urquiza. Hubo algo de hallazgo allí, en el sentido de reconstruir una faceta no conocida, quizá no imaginada cuando se piensa en una estrella de rock. Apareció, por ejemplo, el panadero, que además de contar que el músico iba a pedirle medialunas de grasa, señaló que se había ganado el apodo de Bill Evans por parte de Spinetta, “porque decía que tenía buenas manos, que hacía arte con los dedos”, explicó. Allí mismo estaba la foto dedicada al Bill Evans de Villa Urquiza, hecha cuadrito y colgada en la pared. Spinetta hasta lo incluyó en los agradecimientos de sus últimos discos. Postales de un modo de vida, llenas de cariño hacia familiares, amigos, vecinos con los que se construyó un mundo, lejos, muy lejos, del tono ególatra de rock star con el que suele teñirse el género.

 

 

Lejos de este mundo

 

Entre los que fueron a despedir a Spinetta en forma espontánea, muchos llevaban remeras con su cara siempre joven, o la tapa del álbum de Almendra con la eterna lágrima,  a la que se refirió la Presidenta. Había carteles escritos con pulso apurado, todos con referencias a letras de canciones, frases bellas que adquirieron más sentidos en la despedida. Lejos de los ritos morbosos colectivos que se vieron en las despedidas de algunos famosos, el respeto fue la marca, también, en los seguidores.
“¡Gracias, Flaco!”, siguió expresándose la despedida colectiva en el cementerio. Cuando llegó el féretro, lo rodearon los hijos y los amigos de la infancia de Spinetta: Edelmiro Molinari, Emilio del Guercio, Rodolfo García. Los mismos con los que Spinetta comenzó a escribir la historia del rock nacional. Bella manera, podría pensarse, de irse de este lado del mundo: junto a los hijos y a los amigos queridos que supo conservar.
Muchos otros que lo querían se expresaron de diversas maneras. Pedro Aznar le dedicó un bello poema, igual que la periodista Gloria Guerrero . También se expresaron Moris, Palo Pandolfo, Andrés Calamaro, Teresa Parodi, Erica García, Diego Torres, Raúl Carnota, Héctor “Pomo” Lorenzo, entre muchos otros. Desde el exterior hicieron llegar su saludo y reflexión figuras como Chavela Vargas, Jorge Drexler, los chilenos Inti Illimani, Silvio Rodríguez, quien publicó una foto y la letra de “El anillo del Capitán Beto”. Cristina Bustamante, la novia de adolescencia de Spinetta –la mismísima “Muchacha ojos de papel”– contó en una entrevista al diario Ambito Financiero: “Hablé por teléfono con Luis en octubre y me contó que estaba muy enfermo. Me dijo algo que me conmovió: ‘Estoy preparado para esto. Vengo preparándome toda la vida para este momento, y ya dije todo lo que tenía que decir’. Luis no era una persona religiosa; ninguna de sus letras habla de Dios, pero desde chico estudió filosofía y fue eso lo que lo preparó para la muerte. Y pese a ser agnóstico, estoy segura de que John y George van a estar esperándolo donde quiera que vaya su alma”.

 


Entre las despedidas que inundaron las redes sociales, circuló el escaneo de una vieja tapa de Gente. Era de los tiempos en que el romance de Spinetta con Carolina Pelleriti era tema de tapa. La revista titulaba “La pareja increíble”, y no le quedaba otra que dar la foto de la pareja, pero con Spinetta con un cartel colgado: “Leer basura daña la salud. Lea libros”.
En su último disco, ya comprometido con la causa de Conduciendo a Conciencia, Spinetta dejó también entre los agradecimientos lo que hoy se lee como un manifiesto: “Nunca experimenté de esta manera el respeto por la vida, y nunca me importó tanto como hoy la música y la lírica, apenas miriñaques inertes en relación con la importancia que debo asignarle a ese respeto. (...) He tratado de corregir lo irreparable en forma de canciones predestinadas al silencio y uno nunca lo consigue por completo. Y allí, donde se decae, surge la inspiración de todas esas almas, almas de quarzo, aluminosas, iridiscentes, lejanas y cercanas a la vez. Almas que un mañana abrazaré con todo, lejos de este mundo que a veces luce ridículo”.

 

 Spinetta: El legado de un maestro

Con 62 años, cuarenta discos y más de 300 canciones, su obra poética y musical marcó al rock nacional

Por Gabriel Plaza      

"Me dicen que «el Flaco» murió." Miro a mi amiga con los ojos llorosos y la mirada congelada al infinito. Todo se oscureció. El mundo se paró por un minuto para nosotros, para sus queridos, para la tribu spinette ana y hasta para los seres extraños que habitan el jardín de los presentes. No sabíamos qué hacer. No podíamos decir ni una palabra. Realizamos algún acto mecánico y ridículo. Buscamos un café, prendimos un pucho, nos quedamos en silencio varios minutos, que parecieron una eternidad. Y acto seguido, pusimos sus canciones para sanar, saludar, despedirse o simplemente abrazarlo en el tiempo.

"¿Es verdad? Decime que no." El simple mensaje de texto me hace caer en la cuenta. Freno el llanto y sigo escribiendo. La noticia ya se viralizaba como nunca por las redes sociales y mientras la televisión y la radio se plegaban en cadena nacional en un tributo en continuado, seguíamos sin saber qué hacer, mientras los amigos y seguidores escribían un #chauflaco en el muro virtual de sus vidas on line.

"¿Dónde nos juntamos? ¿Qué hacemos?" Otra vez, la sensación de ser hojas en el viento. Entonces, nos metimos para adentro. Revivimos la experiencia electrizante de escucharlo en vivo en Vélez, iluminado y feliz junto a las Bandas Eternas, y el ardor adolescente de comprarnos los libros de poemas de Artaud, después de escuchar "Cantata de los puentes amarillos". Una risa me saca de la burbuja. Es Spinetta junto a su hija Catarina en una entrevista para un programa de televisión de 2008. Tom Lupo le dice: "Quedate tranquilo que no te vamos a pedir «Muchacha ojos de papel»". "El Flaco" se muerde los labios y responde con una sonrisa cómplice: "Lástima porque la tenía preparada", y arranca con una hermosa versión acústica del tango "Gricel". Un tango que se lo habrá cantado alguna vez su padre, como alguna vez él se lo cantó a nuestra generación en el disco La, la, la .

Y los homenajes que se suceden en la televisión abierta y de cable despiertan a la sociedad dormida sobre la figura de Luis Alberto Spinetta. Entonces se dan cuenta de que era grande. Pasan imágenes de sus conciertos: aquella legendaria escena de la película Rock, hasta que se ponga el sol, donde Spinetta aparece con el torso desnudo y una sirena en la espalda, metáfora del estado policial de los setenta.

 La radio se hace eco. El nudo en la garganta de Mario Pergolini se percibe al aire: "Ahora tal vez es el momento de llorar el dolor. O tal vez escuchar un tema detrás de otro nos hunda un poco más en la tristeza. Murió Luis Alberto Spinetta. Pónganse de pie. No murió cualquiera".

Los escritores tentando palabras que no sirven de nada. Entonces miro el gesto de amor silencioso de sus seguidores llevando flores a la puerta de la casa del "Flaco" en Villa Urquiza; y el último adiós de su familia y los amigos más cercanos en el velatorio en Belgrano, su barrio. Pasan sus compañeros de Almendra, Mollo, Juanse y Fito Páez como en una película sin sonido. León Gieco es uno de los pocos que rompe el silencio: "Hoy me di cuenta de la magnitud que va a alcanzar Spinetta. Fue uno de los tipos que nos metió a todos en esta historia".

Ayer al mediodía, el cuerpo del músico fue cremado en el cementerio Memorial de Pilar. El calor y cariño que recibió de los fans de Spinetta fue respondido por Dante, el mayor de sus cuatro hijos: "Vamos a decir cuándo vamos a esparcir sus cenizas, seguramente será en el Río de la Plata, donde está su padre, para que puedan llevarle unas flores y ver un atardecer con él". "El río se llenara de poesía", le respondían casi al instante en Facebook. "Ahora mi papá pasó a un mejor plano -siguió Dante-. El es el mejor, es inmortal y aunque su cuerpo no aguantó más, su mente sigue brillando". Su entereza -hoy se presentará en el Cosquín Rock como hubiera querido su viejo, aseguró- nos deja como niños huérfanos. Seguimos escuchando su música para develar el misterio. Adiós al padre del rock, al hermano mayor o simplemente al amigo. Buen viaje hacia el sol. Nos queda tu voz, como un sentimiento, una canción..

Muchacha ojos de papel / Ella también se canso de este sol, viene / A mojarse los pies a la luna / Todas las hojas son del viento / Plegaria para un niño dormido / Quizas tenga flores en su ombligo / Si no canto lo que siento, me voy a morir por dentro






Toda la vida tiene música hoy

Por Daniel Amiano 

A los 62 años recién cumplidos la muerte de Luis Alberto Spinetta provocó un estupor que todavía resuena entre artistas y admiradores. Es que la obra del Flaco, o Luigi, es única.

Nació el 23 de enero de 1950 en Buenos Aires y se crió en ese barrio que tan bien retrató, Bajo Belgrano, en una casa donde la música era una presencia constante. Su padre, Luis Santiago, era cantante de tangos y poeta. A los 13 años tuvo su primera guitarra criolla y empezó a componer en inglés. El secundario en el San Román fue decisivo. Allí conoció a Rodolfo García, con quien formó una banda que primero se llamó Los Larkings, luego Los Beatniks, y pronto cambiaron por Los Mods. Otros alumnos del mismo colegio, Emilio del Guercio y Edelmiro Molinari tenían otra banda, Los Sbirros.

A su vez (en 1965), Spinetta hacía a mano una revista que repartía en el colegio, La cosa degenerada . Del Guercio hacía otra, La costra . Pronto unieron esfuerzos en La costra degenerada y un año después, cantaban a dúo como Bundlemen. Luis se suma a los Sbirros, y mientras García hace la conscripción, se anota con Del Guercio en Arquitectura.

En marzo de 1968, reunidos en la casa paterna de la calle Arribeños, cambian el nombre por Almendra. El productor Ricardo Kleiman los escucha y tras pedirle al Flaco un par de temas para el dúo Bárbara y Dick los hace grabar su primer simple: "Tema de Pototo" y "El mundo entre las manos". Durante 1969 tocan todo lo que pueden y llegan al festival Pinap, el 21 de septiembre. Ya tienen el primer álbum preparado, pero se retrasa la salida porque el sello "perdió" el dibujo de tapa. Lo cierto es que preferían utilizar una foto del grupo pero los músicos se negaron y Luis hizo de nuevo la ilustración. En este compendio de canciones se resume el universo Spinetta: un lenguaje musical y poético distintivo, que excede lo que se escucha en ese tiempo y rompe todo lo previsible sin dejar de ser canción.

La separación de Almendra llegó pronto, antes de que saliera el segundo álbum, también llamado Almendra. Por cuestiones contractuales, Luis debía cumplir con un álbum más, por lo que grabó el solista, El camino de la estrella , con un sonido de rock áspero y espontáneo, aunque el sello, para aprovechar el éxito de "Muchacha?", lo llamó Almendra.




La obra de Spinetta está signada por el cambio constante, y en 1972 llega el primero, Pescado Rabioso. Con Black Amaya en batería, Bocón Frascino en bajo (luego reemplazado por David Lebón) y Carlos Cutaia en teclados dejará dos álbumes de blues/rock duro, Desatormentándonos (1972) y el doble Pescado 2 (1973). Bajo ese mismo nombre, también en 1973, aparece su segundo solista, Artaud , considerado en todas las encuestas el mejor disco de la historia del rock argentino, que ya desde la tapa irregular era de lo más original que se había visto y oído hasta el momento.

Inmediatamente llega Invisible (1974-76). Con Machi Rufino y Pomo (dos ex Pappo's Blues) pergeña una música todavía más compleja, el debut Invisible , el conceptual Durazno sangrando y El jardín de los presentes, con la incorporación de Tommy Gubitsch.

En 1977 forma Banda Spinetta, con la que graba A 18' del sol , donde incursiona en el jazz fusión. En 1979, Guillermo Vilas lo conecta con el sello Columbia, y registra su disco "desafortunado", Only Love Can Sustain con canciones en inglés. A su regreso reunió a Almendra para un álbum en estudio, El valle interior , y un doble en vivo en Obras.

En 1980 presentó su banda de jazz rock junto a dos tecladistas, Diego Rapoport y Juan del Barrio, Beto Satragni en bajo y Pomo. En septiembre hizo un concierto con Serú Girán, en Obras, en un intento por echar por tierra la rivalidad de la que hablaban algunos medios. Después de dos discos muy elaborados, Alma de diamante y Los niños que escriben en el cielo , grabó otro disco solista, en 1982, Kamikaze .

En 1983 otras dos producciones. Una con el grupo, Bajo Belgrano , y otra en solitario, Mondo Di Cromo . Entonces ya juega con sonidos electrónicos, en un concepto que desarrollará en los discos siguientes: Madre en años luz fue grabado íntegramente en forma digital y con caja de ritmos, y sería el último gesto de Jade.

Entonces "empieza" su carrera solista y el intento de grabar un álbum con Charly García en 1985. El proyecto queda trunco y sólo queda el tema "Rezo por vos", que Spinetta graba en Privé . Ese mismo año concreta con Fito Páez, el doble La la la .

Siguen los solistas: Téster de violencia (1988), Don Lucero (1989), Exactas (en vivo, 1990), Pelusón of milk (1991), Fuego gris (banda sonora del film de Pablo César, 1994), hasta llegar a Los Socios del Desierto, con Daniel Wirzt y Marcelo Torres, con quienes grabará el doble Spinetta y los Socios del Desierto (1997), Estrelicia (MTV Unplugged, 1997) y Los ojos (1999).

Otros cambios, otros discos: San Cristóforo (en vivo, 1999), Silver sorgo (2001), Para los árboles (2003), Pan (2006) y Un mañana (2008). En estos últimos discos hay un vuelco en su poesía, las imágenes se hacen más directas, comprensibles, y se muestra claramente preocupado por el destino del hombre y por la destrucción que provoca en el planeta.

Mientras tanto, también se convierte en el vocero del dolor que produjo la muerte de los alumnos del colegio Ecos, donde estudiaron sus hijos, en un accidente en la ruta.

En 2003 llegó al Teatro Colón, y volvió a ese escenario en 2006. En 2009 realizó el sueño de muchos cuando por fin concretó, el 4 de diciembre, Spinetta y las bandas eternas, un show histórico de 5 horas y media de duración. Su música es la banda de sonido de varias generaciones. Con ella alcanzó la eternidad posible del artista: seguir en la memoria de quienes lo escuchan.




Seis momentos claves




Almendra: Almendra

Pescado Rabioso / L.A.S.: Artaud


Invisible: El jardín de los presentes

Luis Alberto Spinetta: Kamikaze
 

Spinetta - Páez: La La La

Luis Alberto Spinetta
: Y las bandas eternas.

 

El legado de luis Alberto Spinetta
El músico que nos dio la palabra


Por Adriana Franco    


En el desierto de ausencia en el que nos ha dejado en estos días el Flaco, privados desde ahora de nuevas canciones suyas, sintiendo más difícil que nunca hacer real aquel "mañana es mejor", algo sostuvo a muchos en el dolor: el recuerdo precioso de aquella noche en Vélez, el 4 de diciembre de 2009, cuando, sin saberlo pero quizás intuyéndolo, Spinetta encontró la forma de recapitular su inmensa carrera y devolverla hecha pura belleza.

Como en el "Poema conjetural" de Borges, ahora vemos que esa noche terminó de alguna forma de cerrar un círculo, dibujó la "perfecta forma" de cuarenta años de música y arte que ahora vemos desde este hoy. En ese extenso show en el que el tiempo pareció suspenderse y varios, muchos, vieron caer estrellas fugaces que completaban la magia y la belleza, Spinetta convocó, bajo el título de las Bandas Eternas, a los músicos de sus distintos grupos (Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade, los Socios del Desierto) y abrazó con el mejor brazo, el musical, a otros compañeros de ruta como Gustavo Cerati, Charly García, Fito Páez y Juanse.

Ese recorrido por la historia bajo la marca spinetteana sirvió también para recordar todo aquello que Spinetta nos dejó. Porque su legado no se limita a las canciones que sabemos y seguiremos repitiendo: a su tremenda estatura musical sumó una apuesta inclaudicable por la poesía, por el amor y el respeto a la palabra.

Ya en los años del origen del rock local mientras Manal y Moris cultivaban una lírica más urbana y tanguera, Spinetta puso el surrealismo y la psicodelia al servicio del rock, convirtió a la poesía en canción e iluminó con metáforas e imágenes la manera de ver el mundo de entonces y que marcaría a generaciones por venir. Cantó que éramos nosotros nuestra muralla y que "si no te saltas nunca darás un solo paso", rockeó y aulló que "la memoria me resulta complicada", burló a la nostalgia con sus imperativos de futuros mejores, le puso palabras al tiempo con aquellas horas que "bajan" mientras "la noche se nubla sin fin", reveló la magia de las calles porteñas con aquel "mirá qué gusto da ver el rayo justo donde empieza la avenida" y, con "Por", inventó un dispositivo perfecto para generar nuevos sentidos.

Pero además, en sus discos, tiró pistas de las lecturas e intereses en los que andaba, como quien abre nuevas ventanas. Así, señaló lo imprescindible de leer a Antonin Artaud, nombrando un disco en su homenaje, tiró las esotéricas pistas orientales de El secreto de la flor de oro en Durazno sangrando, adoptó en canciones y títulos las enseñanzas del chamán que enseñó a Carlos Castaneda, se puso serio con la lectura de Michel Foucault y nos recordó que la realidad nunca era una sola con las imágenes de Escher..

 

 Spinetta, un crack

El Flaco fue un músico irrepetible, que hizo jugar toda esa creación para su otra gran pasión, River


En el atardecer de un miércoles de tristeza inmensa y en el anochecer de memorias tiernas de ese mismo miércoles, todos los futboleros que ya extrañan al Flaco Spinetta dijeron y repitieron una palabra de la cancha para describir a ese artista inmenso: crack. Crack entre los cracks, el Flaco fue muchísima música, enorme poesía y alguien asociado al fútbol a través de su corazón siempre de River.

Spinetta, quien murió a los 62 años en una Buenos Aires que no podrá creer esa noticia por mucho tiempo, compuso entre mil maravillas "El Anillo del Capitán Beto", un tema que con frecuencia se vinculó a Norberto Alonso, ídolo grande de los millonarios. Era así y no era así. Tal cual. Según alguna vez narró el propio Flaco por radio, "no era cierto, pero ahora hasta yo digo que se la dediqué. En realidad, una vez estuve con el Beto y le dije que no la había compuesto pensando en él. ¿Cómo le iba a mentir? No se puede gambetear a un 10 majestuoso como él?"

En una entrevista con la revista El Gráfico publicada en 1989 y que a partir de ahora se leerá por siempre, el músico apuntó: "Es un mito que ayudó a crear Juan Alberto (por Badía) y está bien que así sea, porque el Beto se merece eso y mucho más. Una sinfonía". Aquella entrevista con el periodista Daniel Roncoli, contaba el origen de una pasión: "Mi antecedente deportivo es River. Yo vivía en Arribeños y Congreso, muy cerquita de la cancha, y tenía como vecino al famoso Machín, aquel colaborador del club que fue, entre otras cosas, el masajista de La Máquina. Y si bien también iba a ver a Platense porque mi viejo es hincha, todo aquel mundo que me presentaba Machín llevándome a las concentraciones, dejándome salir al field –dijo “field” –, presentándome a los Labruna, Loustau, Federico Vairo, Néstor Rossi, Mantegari o Sola, me fascinó…"

En estas horas, River se correspondió con esa historia y ese sentimiento y publicó un comunicado. "Todo River llora su partida porque era un gran hincha del club, genio del rock, de la música y del mundo artístico que continuará haciendo vibrar nuestros corazones", afirma el texto que lo despide hasta siempre.

"Compañero de adolescencia y juventud, maestro por siempre", expresó Julio César Falcioni, entrenador de Boca en su cuenta de Twitter, un medio a través del que se expresaron miles y miles de personas. Otro conductor de deportistas, Tito Vázquez, hasta hace poco capitán de Copa Davis, tuvo un lazo fluido con Spinetta y ayer se contó como parte de una sociedad dolorida. El Flaco supo percibir a esa sociedad y a sus dolores como, por ejemplo, lo refleja "La Bengala Perdida", otro tema extraordinario, asociado a la violencia en los estadios de fútbol.

Habrá ausencia y no violencia, habrá cariño y jamás olvido para el Flaco en cada rincón de fútbol y de deporte de la Argentina no sólo ahora que es la hora del impacto, sino en cualquier momento del futuro. Saben los que conocen las canchas que un grande nunca deja de ser un grande. Y que un crack, un crack como Spinetta, siempre es y siempre será un crack.

 

REPERCUSIONES MEDIATICAS DEL FALLECIMIENTO DE SPINETTA

 


Twitter, medios y buitres para la despedida


El #chauflaco fue trending topic de la red social. Desde Diego Torres hasta el Kun Agüero enviaron vía Twitter sus condolencias, en tanto la tele, esta vez, salvo algunos traspiés y golpes bajos, produjo una cobertura digna.


 Por Mariano Blejman

#chauflaco decía ayer el videograph de Todo Noticias, mientras se sucedían las imágenes sobre el fallecimiento de Luis Alberto Spinetta en cadena nacional, sintetizando lo que pasó entre los medios convencionales y las redes sociales ante la shockeante noticia. #chauflaco fue el tema del momento en Twitter, mientras los portales abrían a título catástrofe, a pantalla completa, como para darle un sentido más trágico a la tristeza, intentando amplificar una muerte implosiva. #chauflaco fue la confirmación del impacto de la cultura digital en los medios tradicionales. La televisión respondió con notable frugalidad, ascetismo y concatenando fotos, videos y algunas cuantas entrevistas con la imagen del creador que falleció ayer. Nadie, hasta donde pudo ver este cronista, usó la foto macabra que le había sacado hacía unos días la revista Caras.

Decenas de músicos, compañeros de ruta y colegas suspendieron la rutina de la televisión, pusieron sus voces en la radio y se expresaron a través de las redes sociales. Lito Vitale, Miguel Mateos, Valeria Lynch, por poner unos pocos, enterándose en la tele, en vivo y en directo. Velocísimo consenso sobre el sentimiento masivo convertido en trending topic. Los periodistas del mundo rockero, siempre con alguna historia para contar, encuentros que adquieren valor como el precio que se le pone a un cuadro cuando el pintor fallece. El Flaco ya no va a volver a pintar su música. Salvo unos pocos traspiés, tal vez el de Mauro Viale preguntándole a Martín Ciccioli –con absoluta y confesa ignorancia– por el verdadero valor de su obra, e intentando una comparación con Serrat, la cobertura fue digna. C5N hizo un dúplex acertado: ponchó el programa de radio de La Mega y puso a los periodistas rockeros a entrevistar a músicos que lo conocieron: Silvina Garré, Celeste Carballo, Antonio Birabent, músicos de la Bersuit, y un largo etcétera muy bien conducido. Y canal Encuentro puso el especial sobre “Muchacha ojos de papel”.






Ante la ausencia de imágenes familiares, ante el perfil bajo del entorno, la letanía de los músicos y la perfidia de los paparazzi, la tele se dedicó a contar lo que pasaba en Twitter. Que los temas del momento eran #ChauFlaco, #HastaSiempreFlaco, Almendra, Pescado Rabioso, Artaud, Rezo Por Vos, Capitán Beto y que el primero de estos había llegado a ser tema del momento a nivel mundial. Twitter fue la confirmación de la noticia, sus hijos expresaron su dolor en 140 caracteres, curioso, imaginando un mundo donde siempre es hoy. Eterno presente para la ausencia del Flaco, pareciera ser el resultado de la primera emoción. Catarina Spinetta escribió “No habrá un destino incierto, ni habrá distancia que pueda alejarme de ti. Amor eterno a mi Padre”. Valentino Spinetta puso: “Te amo papá, siempre vas a estar en mi alma y mi corazón”. Dante Spinetta tweeteó: “Te amo por siempre Papá”. Vera Spinetta también: “Así mi corazón te añorará. Te amo papá”. Casi al mismo tiempo, como si se hubieran puesto de acuerdo. Sin intermediarios, la red social sirvió como cable de agencia de confirmación. Pero también Diego Torres, Jorge Drexler, René de Calle 13, todos hicieron llover frases que parecían perfectas para decir en la red de microblogging: “toda la vida tiene música”, “que nadie, nadie despierte al niño”, “morí sin morir”. Hasta el Kun Agüero salió a contar la noticia en inglés y español estimando que buena parte de sus seguidores internacionales no lo conocía, pero bien podría hacerlo.



La carroña mediática la encontró primero el diario sensacionalista Muy, perteneciente al grupo Clarín, y fue seguida por la “operación buitre” de Caras que –como contó Eduardo Fabregat en este diario– le pidió a un taxista que tocara el timbre para sacarle una foto al flaquísimo Flaco, para regodeo de quienes jamás escucharon un tema suyo. Ese regodeo siguió en Libre y ayer, ante la impotencia de la ausencia, volvió a circular por las redes sociales como tema del momento #RevistaCarasBuitre. Después de esa publicación, y mientras él mismo confirmaba su enfermedad con un dejo de ironía, la salud de Spine-tta se desplomó rápidamente. Y, en ese mismo barrio, donde lo escracharon al flaco, frente a su casa en el barrio de Villa Urquiza, la tele buscaba historias de vida cotidiana, barro tal vez, el flaco sacando la basura, el flaco comprando unas facturas en la panadería, una señora que recuerda que fue el primero que se bajó los pantalones, incluso antes de Charly García, “vos te acordás de eso”, le había dicho alguna vez, datos como para confirmar que Spinetta era un ser humano y no algo extraterrenal. Otra que se lo cruzó “acá a la vuelta” y le pidió un autógrafo para su hermano y él, con esa voz tan dulce, le agredeció por acordarse de él. En el momento en que lo trasladaban de su casa al velatorio, ingresó una Traffic verde de espalda hasta el portón de la casa, alguien puso un trapo rojo y “todas las hojas son del viento”, decía uno de los cronistas televisivos. La tele llegó hasta la puerta, y encontró una franja amarilla como de escena del crimen, pero el crimen no era otro que dejar ir al sonido más cándido que nuestros oídos puedan haber escuchado alguna vez.




Recordando a Spinetta: sus frases más destacadas

Con sus versos y sus pensamientos, el Flaco dejó un legado de palabras precisas

"Mañana es mejor", "Todo gigante muere cansado de que lo observen desde afuera", "Se queda oyendo como un ciego frente al mar", "Presiento que el tiempo nos mira", "Barro, tal vez"...¿Cuántos versos de su autoría quedarán en nuestra memoria? Incomparable poeta y escritor, Spinetta era un reconocido escultor de la palabra: además de sus letras inolvidables, que determinaron los hitos en cada una de las Bandas Eternas de las que supo formar parte, el Flaco también se caracterizó por traducir de manera precisa e ingeniosa todos y cada uno de sus pensamientos. Acá, una selección de sus opiniones más destacadas.




"Viste que lo que yo busco son aquellos acordes. Cuando se te ocurre algo, y arrancás así [toca los acordes de la melodía de "La mendiga"], lo que tenés es la tonada. Yo tengo que encontrar algo que es como si uno quisiera comer orégano, y huele a orégano y va hacia ahí, y aparece. Pero no está predeterminado por algo especial. Si yo me lo prefijara, no lo podría hacer".

"Emilio (Del Guercio) y yo íbamos con las carpetas a la escuela de Bellas Artes, nos tomábamos el tren, cruzábamos la plaza ahí en Retiro, y estábamos en la escuela. Pero mientras llegaba el tren, pasaban dos canas y te llevaban a la comisaría 33, te interrogaban y te mandaban a un calabozo horrible, cuando vos en realidad ibas a estudiar".

"En la época de Jade lo invité a Pappo a tocar "Digital Ayatollah" en vivo en el Astral, con Leo Sujatovich, César Franov y Pomo, y lo único que le dije fue "¡Es en Fa sostenido!"".

"En Pescado me plantearon que querían hacer otro tipo de música, una en la que yo fuera un miembro más y atacara aquello que quisieran tocar. Que David (Lebón) tocara la viola, y tocara un material más de blues provisto por él, y que se yo. Era como posponer mucho mis sueños, en ese sentido tomé la decisión correcta".

"Cuando Invisible estaba haciendo el primer disco, se da el estallido de Sui Generis y de "Bienvenidos al tren", lo escuchábamos por la radio cuando íbamos a ensayar a General Rodríguez y no nos gustaba un carajo. Estábamos haciendo "La azafata del tren fantasma", eso no nos podía atraer, lo considerábamos totalmente banal".

"No hay energía para volar, y con los pies sobre la tierra te vas hundiendo. No podemos pretender que hoy sea como en otros años en los que toda una sociedad descubrió, por los Beatles, por Timothy Leary, por Kennedy, por Mandela, que había un mundo para crear. Y la música era una explosión constante en cada artista. Yo sigo viviendo en esa época. De alguna manera, me quedé. Estoy tan convencido de lo que hice siempre, y que lo quiero seguir haciendo, que lo otro no me importa".

El arte vs lo comercial



"En algunos momentos pareciera que el rock tiene la clave para allanar los problemas que nos aquejan, pero en general todo se ha envilecido por los artistas con deseo de enriquecerse y figurar. El ego se ha impuesto sobre el talento. Los músicos de rock que hacen música estúpida se llenan de dinero, mientras que los poetas y artistas valiosos llevan una vida bastante dura", en una entrevista para El comercio, Perú, en julio de 2002.

"Hay mucha música comercial rondando, alguna detestable, y es por eso importante que no se dejen fijar en sus cabezas el objetivo único del éxito limitando así su frontera musical", en un recital que dio en Toulouse, Francia, junto con otros artistas argentinos como León Gieco.

"A mi que me dan con un hacha -Que la letra no se entiende, la poesía no se entiende- comprate un mono".





Compromiso social

"Respeten a la vida. Grábense eso. Es muy importante que esto que están viendo y escuchando hoy le sirva a cada uno de ustedes cada vez que están decidiendo quién maneja y cada vez que están pensando en consumir alcohol. Si me prometen que van a tener en cuenta lo que les estoy diciendo, me voy a ir de acá contento", reflexionó en un recital, en octubre de 2009, para homenajear a los estudiantes del colegio Ecos y para reclamar una política de seguridad vial. Fue en el tercer aniversario de la tragedia ocurrida en Santa Fe, a la que llamaba el "Cromagnon de los viajes de Egresados".

"Mucha gente se quiere salvar antes del 2000 sin importarle si aplastan a otros para su realización. No me uno a eso para nada. Y por eso me paso las horas inventando cosas para decir, en contra de todo ese torbellino de locuras que son las grandes ciudades en el fin de siglo", reflexionó el músico al promediar una conferencia de prensa previa a la grabación de San Cristóforo, álbum que grabó durante un ciclo de recitales en 1998.

"Me gustaría que mi música ayude a paliar el dolor de los que no pueden", en un recital que brindó en el Teatro Colón, en octubre de 2002.




La evolución de un músico

¿La crítica es mala cuando la gente espera una cosa y le das otra? A mí eso me hace acordar a la vida de Jesucristo cuando todo el mundo esperaba que fuera una especie de luz por la calle, resultó que era un tipo. Los músicos también son tipos, ¿te das cuenta? Por eso lo que no nos enloquece es mucho más fácil de juzgar objetivamente, porque si algo te fascina buscás la perfección obsesivamente y en esa locura podés morir. A mi el grupo que más me llega es Zeppelin (.) es uno de los más rayados y mutantes, se arriesga a cambiar su música y sigue siendo por sobre todas las cosas Led Zeppelin. La evolución es algo que crece, lo que crece tiene una raíz y lo que tiene una raíz también tiene una base que no se puede cambiar con el tiempo. No se puede empezar un edificio por el primer piso". Entrevista en Revista Pelo, 1971, n° 20
Sobre Gustavo Cerati

" Al ver a este genio dormido, uno realmente no tiene derecho a estar ni de mal humor si está bien de salud. Uno debe estar dispuesto a una entrega constante, por eso me pareció tan importante correr al regazo de mi madre y poderme refugiar en ella", dijo al diario chileno La Tercera en junio de 2011.
Sobre Charly García

Charly está en una etapa muy buena, de reconstitución de las ideas. Ahora podemos conversar y tocar. Es un Charly mucho más lindo que el Charly absolutamente intratable de ciertas épocas. Siempre el mismo genio, pero ahora más incorporado al abrazo, a lo cotidiano y a la charla. Es un milagro muy lindo lo que ha sucedido con su vida".





La despedida de Aznar: "Hoy todas las guitarras están de luto"

 




El músico homenajeó a Luis Alberto Spinetta con una emotiva carta motivada por el amor y admiración hacia su colega y amigo

"Hoy todas las guitarras están de luto. La mía, que tendría que haberse puesto a repasar zambas sólo puede pensar en la tuya, tal vez porque el barro, tal vez porque este balcón donde te vi casi por última vez mira una nube de la forma y el color de esas eléctricas con las que soñábamos de chicos.
Este balcón que se quedó esperando una charla, unas palabras o un abrazo más que ya no llegará.
Luto también en las palabras, habituadas como estaban a que les pusieras cascabeles, guirnaldas asonantes o ruedas de tren apocalíptico. Caleidoscópicos ojos de fértil papel de tu prolífica pluma que suma y resta sílabas del metro patrón de las esferas, apenas solas, a solas penas.
Adiós, que sea A-Dios, a sus brazos, a ese rincón de magia que seguramente Él guardará para los que se animan a jugar con los bloques con los que ha construido el mundo, haciendo pequeños nuevos mundos de cuatro minutos donde el corazón se muestra y baila desafiando al vacío.
Adiós.
Mientras me duele el pecho te imagino en viaje por inmensidades más vastas que las del Capitán, pero a diferencia de él, sé que tendrás todos los tangos silbados al oído y nunca faltará un mate ni perfume a malvones.
En todos nosotros se queda un pedacito tuyo. Serás inspiración multiplicada por millares a lo largo de los años y lo ancho de las geografías.
Cambiaste nuestras vidas abriéndole camino a la imaginación. Cantándole salvaje o dulcemente a los misterios que nos habitan, al misterio que somos.
Adiós. No me resigno a tener que decirlo.
Adiós, mensajero del infinito."








    


         MUCHACHA OJOS DE PAPEL



 Cristina Bustamante, la musa del himno de Spinetta, habló poco después de la muerte del músico

Por: Sergio Dattilo

Cristina Bustamante, la novia de la adolescencia de Luis Alberto Spinetta e inspiradora de «Muchacha ojos de papel». Hoy es profesora de español en Los Angeles y tiene dos nietos.

«Hablé por teléfono con Luis en octubre, y me contó que estaba muy enfermo. Yo antes le había mandado un mail y él, en su estilo críptico de toda la vida, me lo contestó y me pareció que algo andaba mal. Lo llamé y me confirmó que estaba muy enfermo, pero me dijo algo que me conmovió: Estoy preparado para esto, vengo preparándome toda la vida para este momento, y yo ya dije todo lo que tenía que decir».

Conmovida hasta el llanto, Cristina Bustamante habló con este diario de quien fue

-según relata- «el primero de mi vida en muchísimas cosas». Cristina, (Cris), fue la novia de la adolescencia de Luis Alberto Spinetta, la que inspiró «Muchacha ojos de papel», ese himno que cantan chicos cuyos padres aún no habían nacido cuando estos dos jóvenes de 17 años se unieron.

«Tengo un dolor enorme, estoy rota por dentro. Luis fue el gran amor de mi vida; hace algunos años, de visita en Buenos Aires, una amiga me dijo Andate tranquila que acá te cuidamos la adolescencia. Con la muerte de Luis, se muere toda una etapa de mi vida...».

Cristina partió de la Argentina en 1978; vivió siete años en Venezuela, otros veinte en Boston y desde entonces está en Los Ángeles; es profesora de español en una exclusivísima secundaria de Santa Monica a la que concurren hijos de celebridades de Hollywood. La «Muchacha ojos de papel» es una bella abuela de dos nietos que le dio su hija Celeste.

Alguna vez, ya separada de su primer marido y hace una vida, este periodista la chicaneó: «¿Estás segura de que sos vos la muchacha de la canción del Flaco?» Ella, filosa, respondió: «Qué te pasa, querido: yo incluso ayudé a darle forma a la versión definitiva de la letra».

Ayer, conmovida por la muerte de quien para millones de amantes de su arte fue el más grande músico-poeta argentino de todos los tiempos (ver Espectáculos), y para ella su primer amor, modifica la versión: «En realidad yo hice un solo cambio; en el original Luis había puesto senos de miel, y yo le dije que eso parecía un catálogo de corpiños... Estuvimos de acuerdo en que pechos quedaba mejor».



Reprimiendo en vano el llanto, agrega: «Yo nunca me di crédito por Muchacha... fue todo de Luis; el arte fluía a través de él». El periodista trata de convencerla de que muchas veces la musa es tan importante como el poeta. En vano. «La única letra que escribí para Almendra fue un tema, Chocolate, pero creo que nunca se grabó».

Almendra -Spinetta, Edelmiro Molinari, Rodolfo García, Emilio del Guercio- estrenaron el tema más cantado y recordado de la historia del rock argentino un viernes a la noche en el teatro Coliseo, en 1969. Era el tiempo en que el rock en castellano trataba de abrirse paso y el influjo del «flower power» californiano intentaba hacer pie en Buenos Aires.

La poesía de esa canción aparentemente simple (cuatro voces, una guitarra acústica, casi un «unplugged» como se lo llamaría décadas más tarde), pero complejísima en las armonías vocales de los cuatro integrantes del grupo paralizó a los 1.500 privilegiados que asistieron a ese pequeño milagro. Desde ese momento, la historia de la música local cambió para siempre.

Antes de esa noche Cris recuerda que Luis y ella se abrazaban en la cocina de la casa de sus padres (la portería del edificio donde vivía Del Guercio) para escuchar «la media hora de los Beatles de Modart en la noche», uno de los programas más populares de la época. Los dos cursaban el quinto año de secundario.

«Escuchábamos a los Beatles y dibujábamos; los tres dibujábamos bien: Luis, Emilio y yo. Y como yo sabía inglés y Luis no tanto, le traducía los temas de los Beatles; para él era una especie de heroína del inglés».

El padre de Cris, «con su ética de clase trabajadora, de encargado de edificio, no estaba para nada contento de que su nena saliera con un pibe de pelo largo. Pero después lo amó...».

¿Cómo era el «Flaco» en su relación con ella? «Luis era miel pura, y no sólo conmigo. Hace unos tres años, creo que en 2008, estaba en Buenos Aires tomando un café con él y lo llamó Mercedes, su pareja actual. Lo escuché hablar por teléfono con ella y me estremeció: abría la boca y de ella sólo salía poesía».

En esa charla telefónica en la que Cris se enteró de la grave enfermedad de Spinetta, ella le recomendó hacer meditación: un músico de jazz, maestro de su actual esposo (un músico estadounidense) también enfermó de cáncer y se volcó al misticismo oriental. El «Flaco» respondió con la frase que cuenta Cris: «Me preparé toda la vida para este momento». Ella está convencida de que «la filosofía fue la herramienta que le permitió irse tranquilo. Esa vez, que fue la última vez que charlé con él, lo escuché en absoluta paz consigo, tranquilo, fuerte para enfrentar lo que venía».

Cuando hace algún tiempo, y gracias a la red social, Cris y este periodista retomaron una amistad que había quedado trunca hace más de tres décadas, ella le confesó que la única razón que podría traerla de visita a Buenos Aires era verlo a Luis. «Ya no tengo familia, y me quedan pocos amigos ahí. Si voy es para verlo a Luis».

La historia de amor duró tres años; la letra de «Muchacha...» obviamente habla de la primera relación sexual del músico con su musa. Después cada uno siguió su camino, pero el vínculo que los unió (no sólo el musical) los mantuvo cerca pese a la distancia física que los separó.

Hacia el final de la charla, Cris estalla en llanto: «Luis no era una persona religiosa; ninguna de sus letras habla de Dios, pero desde chico estudió filosofía y estoy segura de que fue eso lo que lo preparó para la muerte. Y pese a ser agnóstico, estoy segura de que John y George van a estar esperándolo donde quiera que vaya su alma».
   


Luis Alberto, damos gracias

Por Miguel Grinberg.

Damos gracias al ángel porque hayas estado tan cerca de nosotros, compartiendo el difícil oficio de crecer y luchar en la jungla de estos edificios, muchachito ojos de cristal que sembraba armonías a la hora de los espantos que llovieron sobre todos nosotros como hierros al rojo, batallador en todos los momentos y en todas las pesadillas, siempre atento a la máxima expresión de la inocencia, querido muy querido flaco, como todos los jinetes del rock en la tormenta apostaste siempre a la ternura en la vereda de la verdad, el verso supremo que se anida en las almas de los profetas, gracias de nuevo por tantas revelaciones en el crepúsculo de un siglo lleno de infamias, siempre en sintonía con la música de las esferas, entre los silbidos de vientos que nos mantenían despiertos y decididos a vivir desencadenados entre espectros malsanos y asesinos seriales, contagiando libertad y tañidos de campanas en el portentoso templo de la humanidad entregada al arte de imaginar nuevos mundos posibles, siempre cerca de los bienes que gozamos, siempre fecundo, alerta, fraterno, no dejándote atrapar por los mercenarios de un mundo agónico,
Gracias te damos ahora y en la hora del Gran Viaje que a todos convoca tarde o temprano, figuraté que no perdemos la cabeza, que agarramos la posta aunque las ganas de llorar sean muchas, cabalgamos contigo por la pradera del infinito amor y la eterna locura, tiernos, pacíficos, insobornables, la batalla nunca estuvo perdida, y en este instante crucial te abrazamos fuerte, rezamos por vos, cantamos tus canciones por vos, abrazamos la luz, y ya el dolor se convierte en una balada de celebración de la existencia que compartiste con nosotros, matizada a veces por un temblor, pero elevada siempre por alientos visionarios asediados por sombras inútiles: en resumidas cuentas, no te fuiste, aquí estás brillando como tantos otros diamantes locos, alucinados por vivir, por amar en todas las direcciones, por salvarnos incluso cuando estamos perdidos, hermanito querido, estrella indómita en la noche negra, gigante indestructible, de hoy en adelante besando para siempre a una muchacha ojos de papel... sí, sí, sí, una y mil veces, te damos gracias.

 

Hay todo el hielo en la ciudad.

Por Diego Fischerman


El fundador de Almendra, Pescado Rabioso, Invisible y Jade fue el compositor de algunas de las canciones más significativas de los últimos cuarenta años, más allá de los límites del rock.

En la tarde de ayer, Silvio Rodríguez subió en su blog una foto y la letra de una canción. La foto era de Luis Alberto Spinetta y la letra la de “El anillo del Capitán Beto”. El cantante y compositor cubano, atravesado como tantos por el dolor, ponía de manifiesto una verdad incontrastable. Algunos, los mejores, pueden ser nombrados tan sólo con sus obras. Estaban los datos fríos: el cáncer de pulmón diagnosticado en julio del año pasado, los mensajes en Twitter de sus hijos, la noticia descarnada: Spinetta había muerto a los 62 años. Más allá de la biografía, de las minucias de un periodismo amarillo que tampoco esta vez estuvo a la altura de las circunstancias, de una privacidad que no debió ser invadida ni debería serlo tampoco ahora, para sus hijos, que estuvieron a su alrededor en los momentos finales y que lo cremarán en privado, hay una historia. Y esa historia les pertenece sólo a ellos. Para los demás, Spinetta no ha muerto porque allí está, y seguirá estando, su obra.

Las exegesis abundarán en fórmulas como “padre” o “fundador del rock nacional”. Limitar su importancia a la mera estadística de un género sería, sin embargo, una injusticia mayúscula. Porque de lo que se trata no es de quién llegó primero a ningún lugar ni del modesto valor que pudiera tener la invención del rock argentino. Todo eso existe, eventualmente, pero lo que Spinetta hizo, como antes Dames, Demare, o Falú, fue crear algunas de las canciones más significativas de los últimos cuarenta años. Ni “Ella también”, ni “Barro tal vez”, o “Los libros de la buena memoria”, o “Las golondrinas de Plaza de Mayo”, o “Laura Va”, “Durazno sangrando”, “A estos hombres tristes”, “Los elefantes”, “Hoy todo el hielo en la ciudad”, “La cereza del zar”, “Credulidad”, “Seguir viviendo sin tu amor”, “Tema de Pototo” o “Tu vuelo al final”, por sólo nombrar algunas de sus canciones, las primeras en ser recordadas, se agotan en los estrechos límites de un estilo ni de una generación. Cuando, en 1968, Leonardo Favio cantó “Tema de Pototo”, cambiándole el título por “Para saber cómo es la soledad”, entendía, en todo caso, que de lo que se trataba no era de una canción de rock sino, simplemente, de una gran canción.

“La música es algo que va más allá de si uno da recitales o no. Hay que librarse de todo eso y quedarse con la naturaleza del sonido, como para ver bien a qué jugamos con este lenguaje tan maravilloso”, decía Spinetta en una charla abierta ante estudiantes de música, hace once años. Y concluía con una de esas iluminaciones, esas metáforas desaforadas con las que lograba forzar las palabras, invadirlas de un ritmo propio y hacerles decir lo que nadie había dicho antes: “Y a mí, que me siento un pequeño músico, frente a músicas que son el cielo, me encanta poder difundir algunas ideas que creo que son válidas. Me encanta poder hablar de lo sagrado que tiene el sonido, De esa arcilla con la que, si se tiene la visión del cielo, se puede elaborar el cielo”.

 

Figuraté

El arte de Spinetta, en todo caso, siempre había tenido que ver con llevar los materiales –una melodía de una amplitud melódica inédita, una armonía que la recorría con un significado sorprendente, unos acentos que la convertían en elemento vivo– a su propio terreno, allí donde estaba “la cereza del zar impulsada por él”; allí donde se compelía a figurarse que se perdía “la cabezá”. Esos acentos a contrapelo en la canción “Figuración”, incluida en esa suerte de mapa de futuros territorios que fue el primer disco de larga duración de Almendra, son, en ese sentido, toda una declaración. Porque podría pensarse en un error; en una falta de pericia en la manera de conciliar música y letra; en un trabajo apresurado o demasiado autocomplaciente. Pero, en cambio, están las versiones anteriores de ese tema, escuchadas en vivo, donde todo cabía perfectamente y todavía “cabeza” no se había perdido en un nuevo acento. Y esas versiones muestran que no hay error sino decisión. Que la desnaturalización de la palabra era necesaria para crear un efecto.

El tiempo era veloz, en los finales de la década de 1960. Un día los Beatles sacudían al mundo con la Banda del Sargento Pepper y al otro ya no existían. De un disco a otro de The Who, Procol Harum, Moody Blues o The Hollies había universos de distancia. Y la historia del grupo que cambió para siempre la historia de la música artística de tradición popular en la Argentina también fue rápida. En 1966 The Larks, un grupo en el que tocaban Luis Alberto Spinetta y el baterista Rodolfo García, cambiaba de nombre por The Mods y luego se unía a Los Sbrirros, donde tocaban el guitarrista Edelmiro Molinari y el bajista Emilio Del Güercio, ambos compañeros de Spinetta en la escuela San Román. Después de un año de paréntesis, motivado por el servicio militar de García, en marzo de 1968 el grupo retomaba sus ensayos y cambiaba de nombre. Pensaron llamarse La Organización o El Tribunal de la Inquisición. Finalmente eligieron Almendra. Una conversación casual con el productor discográfico Ricardo Kleiman (también factótum del programa radial Modart en la noche, patrocinado por su empresa familiar), a la salida de un recital de Los Gatos en el teatro Payró, derivó en la firma de un contrato con la RCA Victor. En agosto, la revista Pinap –la primera dedicada casi exclusivamente a lo que todavía se llamaba “música beat” y destinada explícitamente, en la Argentina, a un público juvenil–, en su número 5, hablaba por primera vez de ellos. “Almendra se llama el conjunto que, seguramente, se va a convertir en la sensación de la próxima primavera porteña”, sentenciaba. “El capo del group (sic), José Luis (sic, de nuevo), según algunos de los más entendidos músicos beats de Baires está destinado a ser una especie de prolífico Lennon argentino: tiene alrededor de sesenta temas compuestos, ‘uno mejor que el otro’ según dicen. Almendra ya está grabando sus temas y el mes que viene RCA los lanzará al mercado.” Ya eran capaces de vaticinar el éxito y calificar la música del grupo, aunque nunca la habían escuchado, no sabían el nombre de Spinetta, y anunciaban grabaciones que, en rigor, recién comenzarían un mes después, con el registro, el 20 de agosto, de “Tema de Pototo”.




Fantasía en blanco y blanco

Pero hay una canción grabada apenas unos días después, el 2 de octubre, que alcanza para poner en escena, con toda su magnitud, el talento de este supuesto “Lennon argentino”. El tema ocuparía el lado A del segundo simple del grupo. Su nombre era “Hoy todo el hielo en la ciudad”. La sola mención de la ciudad en un título ya significaba algo. Y esa ciudad era, en este caso, una fantasmagoría. Una ciudad cubierta por el hielo. Un blanco profundo permanente, arriba y abajo; de nada servía perforar el hielo y remontarse al cielo: sólo se podía observar el hielo en la ciudad. Allí aparecía, muy tempranamente, una guitarra distorsionada. También un vibrafón –tocado por Mariano Tito– y un pitido electrónico à la Pink Floyd. Y además, una escena genial. Como sucedería más adelante con el Capitán Beto –esa brillante continuación de Trafalgar Medrano, el camionero espacial que había creado Angélica Gorodischer–, esta fantasía en blanco y blanco aparecía anclada en Buenos Aires, aun cuando nunca se la nombrara. No podía ser otra la ciudad donde “inmóvil ha quedado un tren, entre el hielo de la estación” y en que “mientras no hay nadie que pueda ayudar, los niños saltan de felicidad”. En la ciudad de la dictadura de Onganía, allí donde no se podía hablar y reinaba la censura, y donde el tango venía cantándole a una ciudad irreal –sin casas de departamentos ni migración interna– y a un barrio idealizado y convertido en mito desde hacía décadas, por primera vez esa geografía imaginaria era trazada desde otra parte. Eran los años en que Cadícamo llamaba “cretinos y turros” a los que “escuchan a los Beat’s” y Spinetta cantaba, a los 18 años, “cuánta ciudad, cuánta sed, y tú un hombre solo”.

En 1968, lo que después se llamó rock no entraba en los diarios. Es más, allí no había crítica de música popular. El pionero, en esa materia, fue Jorge Andrés, en sus notas para la revista Análisis y, un poco después, en el diario La Opinión. “Antes de seis meses, no menos de 30 grupos de virginal anonimato lograron un contrato de exclusividad con alguna grabadora o productor independiente”, diagnosticaba en un artículo publicado por Análisis el 30 de marzo de 1971. Allí citaba a un buscador de talentos de un sello grabador diciendo “en la Capital hay por lo menos un conjunto en cada manzana” y afirmaba: “Al cabo de dos años de imprudente utilización, el rótulo música beat comprende ahora cualquier tipo de grupo, con la condición de que sus participantes sean jóvenes, no importa si practican una cerrada investigación underground o se dedican a las tonterías más calculadoras”. Para ese entones, ya todo había sucedido. El 21 de noviembre del año anterior Almendra había actuado en el primer B.A. Rock, en el Velódromo, estrenando gran parte de los temas de su doble, que terminaría de ser grabado seis días después y se publicaría el 19 de diciembre. En esa ocasión, la canción “Rutas argentinas” había sido chiflada por gran parte de los asistentes. Era “música comercial” para los oídos de barricada azuzados por la revista Pelo y su taxativa división entre “progresivo” o “complaciente”. El 25 de ese mes sería la última actuación, en el cine Pueyrredón de Flores.




Distinto, nuevo, desafiante

El protocolo indicaba que los grupos debían separarse, y Almendra se separó. Vino Pescado Rabioso, con la explicitación de un mandato más carnal (y la influencia de Led Zeppelin a cuestas). Pero estaba Spinetta, claro, y entonces todo acababa siendo distinto. Y nuevo, y desafiante. Y ese lenguaje “de época” se mezclaba con una serpiente que viajaba por la sal, y con una de las clásicas e inquietantes –y dolorosamente bellas– melodías de su autor. Después llegó Invisible. Y Jade. Y Los Socios del Desierto. Pero la originalidad siguió siendo la misma. “Veo a la música como el cielo”, decía Spinetta en aquella conversación con estudiantes de música. “Con la complejidad, la magnificencia y la sencillez del cielo”. Allí decía: “Inventar es maravilloso. Porque tenemos esa gran posibilidad de descubrir algo y volverlo cien por ciento efectivo, como decía John Cage. Lograr el máximo de utilidad de una materia sonora que originalmente no fue pensada como instrumento. Cuando no hay catálogo, cuando uno desvirga una materia, todo se inventa y al no haber con qué comparar lo que hacemos, eso es el máximo hasta que venga otro y le saque otro juguito. La materia, en esa primera vez, da todo de sí”. Definía la creación como una “colisión entre uno y los materiales” y “un milagro”.

Dos de las palabras más usadas por Spinetta en sus canciones son “luz” y “mirada”. Pero uno de sus sellos de fábrica –y de todo el rock argentino a partir de él– fue siempre la utilización de palabras inusualmente largas (“desenvolverás”, por ejemplo, en “Abrázame inocentemente”). Palabras que obligan a usar varios acentos o, directamente, a desplazarlos. En una tradición que, en el español, se remonta a Juan de Mena y a Francisco de Quevedo y, más cerca, a Rubén Darío, Spinetta (y curiosamente, casi al mismo tiempo Juan Gelman, en Fábulas) ya desde el primer disco de Almendra forzaba la prosodia. La colisionaba. “Es muy difícil conmoverse con la obra de uno”, decía. Se emocionaba con “ese instante en que la música puede enmudecerlo a uno”. Hoy, enmudecidos de tristeza, los demás, aquellos para los que no ha muerto, se conmueven –y seguirán haciéndolo– con su obra. Esa que ya es capaz de nombrarlo para siempre.

 

 Luis Alberto Spinetta (Buenos Aires, 23 de enero de 1950 -  8 de febrero de 2012 ), también conocido como El Flaco, fue un cantante, guitarrista, poeta y compositor argentino de rock, considerado como uno de los más importantes de su país. La gran complejidad de sus obras, tanto en lo instrumental, como en lo lírico y poético, le valió el reconocimiento en Latinoamérica y el resto del mundo.

Es considerado uno de los padres del rock argentino junto con Lito Nebbia, Javier Martínez, Moris, Pappo, y Tanguito entre otros. Fue líder del grupo Almendra, considerada como una de las bandas fundadoras del rock nacional argentino, así como de Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade y Spinetta y los Socios del Desierto.

En sus letras hay influencia de escritores, poetas, artistas y pensadores como Rimbaud, Vincent Van Gogh, Carl Gustav Jung, Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche, Foucault, Deleuze, Carlos Castaneda y Artaud, del cual incluso lleva su nombre uno de sus discos.

El 21 de julio de 2009 fue galardonado con el Gardel de Oro por CAPIF (la cámara de productores fonográficos) por su disco Un mañana, también se llevó los galardones a Mejor Álbum Artista de Rock; Mejor Diseño de Portada; Mejor Video Clip; Canción del Año y Álbum del Año.

El 4 de diciembre de 2009 festejó sus 40 años de trayectoria con un recital bajo el título de Spinetta y sus Bandas Eternas, que duró cinco horas y media y que convocó a 40 mil personas en el estadio de Vélez Sarsfield, en el que el músico reunió a todas las bandas de su carrera y a los principales músicos de rock de la Argentina.

El 23 de diciembre de 2011 publicó en la cuenta de Twitter de su hijo Dante una carta en la que manifestaba que estaba enfrentando un cáncer de pulmón. Por esa enfermedad, falleció el 8 de febrero de 2012

 

 

SPINETTA, EL DE LAS BANDAS ETERNAS

(Y el solista también)


Por Marcelo Pezzotta

  Luis Alberto Spinetta fue el cerebro, (racional, frío, pensante) y fue también el alma, (emotiva, sentimental, cantora) puestos ambos al servicio de una música singular.
  Este es un breve repaso por la carrera musical de Spinetta, cuya obra, en momentos en que muchas bandas se parecen bastante, es ciertamente personal, distintiva.
Las bandas
  La primera formación de Spinetta fue, en 1967, la de Almendra, con la cual grabó Almendra y Almendra II. Estas obras daban cuenta – más allá de las preferencias particulares – de un gusto musical y literario original. Algunas canciones que quedaron formando parte del acervo popular fueron, entre otras, Muchacha ojos de papel, Plegaria para un niño dormido, Ana no duerme.
  La banda, en la que tocaban Edelmiro Molinari, Emilio del Güercio y Rodolfo García, se separó en 1971.
 Pescado Rabioso, que debutó en 1972 con la publicación de Desatormentándonos fue la siguiente banda de Spinetta, quien dijo acerca del nombre del grupo: “corresponde a una contradicción entre un perro rabioso y un pescado. Funciona como una paradoja. Hay otros animales que también enferman de rabia, desde el hombre hasta el gato, ¿pero cómo podría un pez contagiarse la hidrofobia?”
  El grupo se había iniciado con Black Amaya y Osvaldo “Bocón” Frascino. Luego, este fue reemplazado por David Lebón y se sumó el tecladista Carlos Cutaia.
 Además de Desatormentándonos, el grupo grabó Pescado 2, un disco doble.
   Pescado Rabioso exponía un rock más crudo y potente que el de su antecesor Almendra. Cuando Spinetta quiso volver a un arte más complejo, a una forma más elaborada de hacer música, se diferenció del resto de los integrantes que pretendían un sonido más cercano al rock y al blues.
  Por estas diferencias el grupo se separó y el LP Artaud, aunque salió con el nombre de la banda debido a una cuestión contractual, fue, en realidad, un disco solista.
 
Fue Invisible el grupo en el que Spinetta concretaría la idea musical por la cual se había diferenciado de los músicos de Pescado y que se había prefigurado en el disco Artaud. Invisible comenzó en 1973, con Machi Rufino en bajo y Pomo (Héctor Lorenzo) en batería. Invisible, Durazno sangrando y El jardín de los presentes son discos del grupo. Algunos temas memorables: El anillo del capitán Beto, Los libros de la buena memoria, Durazno sangrando, entre otros. El trío se disolvió en 1976. 
 Almendra volvió a reunirse en 1980 y lanzó los álbumes El valle interior y Almendra en Obras, este último, un doble en vivo
  En la misma época en que ocurría ese reencuentro se formaba Spinetta Jade, (1980 - 1985) banda que dejaría cuatro discos en los que la composición y la ejecución presentaban gran complejidad aunque sin perder melodía. Jade proponía un estilo en el que el jazz aparecía en fusión con el rock. Los discos de Jade: Alma de diamante, Los niños que escriben en el cielo, Bajo Belgrano y Madre en años luz. Músicos notables como Diego Rapoport, César Franov, Leo Sujatovich, Héctor "Pomo" Lorenzo, entre otros, pasaron por el grupo.
  En la década siguiente, una nueva banda, Los socios del desierto, iniciada en 1997, generaría tres nuevos discos: Spinetta y Los socios del desierto, San Cristóforo y Los ojos. El baterista Daniel Wirtz y el bajista Marcelo Torres completaban el trío.

  En 2009 Spinetta presentó su espectáculo junto a las Bandas Eternas, en el que tocó junto a músicos de todas las bandas que había formado en su carrera y junto a invitados como Charly García y Fito Páez, entre otros. Las grabaciones de estos conciertos salieron a la venta en 2010.
Solista
  Además de las bandas que integró, la rica historia musical de Spinetta estuvo jalonada por discos solistas de gran calidad, como así también por un disco compuesto a dúo con Fito Páez, titulado la la la (1986), en el que si bien puede gozarse de la creatividad de ambos artistas, no se percibe la amalgama, sino que en la mayor parte de las canciones es posible reconocer la autoría de uno u otro. De cualquier modo, la la la no deja de ser un interesante disco con canciones muy logradas.
  El proyecto de un álbum con Charly García no se pudo concretar, y de esa yunta sólo quedó el tema Rezo por vos, del cual ambos músicos hicieron luego sus propias versiones.

   El ya mencionado Artaud (1973) fue un disco en el que se hizo clara la admiración del Flaco por el escritor francés Antonin Artaud, cuya lectura fue la fuente de inspiración. Cantata de puentes amarillos,
- una canción del disco, que es para muchos la mejor canción de Spinetta - nació, según el músico, a partir de la correspondencia entre el pintor Vincent Van Gogh y su hermano Theo. De la lectura de esas cartas, Spinetta tomó ideas para crear la canción. A esos textos llegó, tras la lectura del libro de Artaud llamado Van Gogh, el suicidado por la sociedad. El tema Cantata… presenta gran riqueza melódica y varios cambios de ritmo.

 
  Lo dicho sobre la canción vale también para el disco, al que gran parte del público considera el mejor disco, no solo del Flaco sino del rock argentino. (También lo consideraron así músicos y periodistas en una encuesta realizada por la revista Rolling Stone en 2007)
   El último disco de Spinetta como solista fue Un mañana, también valorado como el mejor disco de 2008.
 
  Discos solistas de Spinetta fueron Spinettalandia y sus amigos (1971), A 18’ del sol (1977), Only love can sustain (1980), Kamikaze (1982), Mondo di Cromo (1983), Privé (1986), Téster de violencia (1988), Don Lucero (1989), Exactas (1990), Pelusón of milk (1991), Fuego gris (1994), Silver Sorgo (2001), Para los árboles (2003), Camalotus (2004), Pan (2006) y Un mañana (2008).  Muchas buenas canciones de estos álbumes han enriquecido el repertorio de la música nacional: Maribel se durmió, Seguir viviendo sin tu amor, Quedándote o yéndote, Ella también, Barro tal vez, Resumen porteño, La bengala perdida, por nombrar arbitrariamente solo algunas. También han sido publicadas en recopilaciones tales como Elija y gane (1999), un cd compuesto por canciones elegidas por el propio Spinetta. El tiempo dirá qué canciones de los últimos veinte años quedarán en la memoria del público spinettiano. Varios de estos discos han sido considerados los mejores del año en su momento (Téster de violencia, Don Lucero, Pelusón of milk, Un mañana).
 
  Talentoso compositor y observador agudo, Spinetta dijo acerca de los rockeros: “Hay algo de rock, pan y circo; hay algo de nerónico en las estrellas de rock. Locos, muchas veces con creatividad, otras veces no, pero con una tendencia a la egolatría tremenda, capaces de sucumbir con su propio mundo. Hay varios ídolos del rock que demostraron todo eso, otros lo siguen demostrando. Otros, que disfrutaban de la consideración de diablos, se han apaciguado y pertenecen al establishment más codiciado de la más rancia casta adinerada”.
  No parece ser el caso de Spinetta, tan ajeno a los vaivenes de la moda, admirado por seguidores y músicos, y respetado por quienes no gustan de su música. 
 
        

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias arte del flaco podemos pensar en vivir de otra manera,
gracias Roberto por el informe
y gracias Flaco guerrero impecable!

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo !!!!!